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martes, 8 de septiembre de 2009

Cansancio: Alfonsina Storni

CANSANCIO

Todos, todos tenemos una hora cobarde.
Una hora de hastío cuando muere la tarde.

Cuando se va el amigo que nos trae calor.
El amigo de oro,el Mago Gestador.
Cuando se juntan todas las impresiones malas

Y el alma es un tejido de finísimas alas.

Cuando puede decirse:lo que fué no será;
lo que no hice hoy no lo haré nunca ya.

Es entonces,cobarde,que me acosa el deseo
De ser y ni pienso,ni trabajo,ni creo.

Es una nulidad completa de mí misma
Que me asusta y me hiere,me subyuga y abisma.

Es entonces que yo quisiera ser así
Como una cosa nimia,futil y baladí.

Un chicle que se lleva guardado en el bolsillo.
Una prenda cualquiera,un reloj,un anillo..
Y que no sabe nada y que no piensa nada.

Todos,todos tenemos una hora cobarde,
Una hora de hastío cuando muere la tarde

jueves, 13 de agosto de 2009

Amistad: Alfonsina y Quiroga

Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
Y así como en tus cuentos, no está mal;
Un rayo a tiempo y se acabó la feria...

Allá dirán.
Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte
Que a las espaldas va.
Bebiste bien, que luego sonreías...
Allá dirán.

En 1922, Alfonsina ya frecuentaba la casa del pintor Emilio Centurión, de donde surgiría posteriormente el grupo Anaconda. Allí conoció, seguramente, al escritor uruguayo Horacio Quiroga, que había llegado de su refugio en San Ignacio, Misiones, durante el año 1916. Su personalidad debió atraer a Alfonsina. Un hombre marcado por el destino, perseguido por los suicidios de seres queridos, que, además, se había atrevido a exiliarse en Misiones, e intentado allí forjar un paraíso. En 1922, era ya el autor de sus libros más importantes, Cuentos de la selva, Anaconda, El desierto. Vivía modestamente de sus colaboraciones en diarios y revistas y desempeñó un papel protagónico en el intento de profesionalizar la escritura. Alfonsina había publicado sus libros Irremediablemente (1919) y Languidez (1920).

La amistad con Quiroga fue la de dos seres distintos. Cuenta Norah Lange que en una de sus reuniones, adonde iban todos los escritores de la época, jugaron una tarde a las prendas. El juego consistió en que Alfonsina y Horacio besaran al mismo tiempo las caras de un reloj de cadena, sostenido por Horacio. Este, en un rápido ademán, escamoteó el reloj precisamente en el momento en que Alfonsina aproximaba a él sus labios, y todo terminó en un beso. Quiroga la nombra frecuentemente en sus cartas, sobre todo entre los años 1919 y 1922, y su mención la destaca de un grupo donde había no sólo otras mujeres sino también otras escritoras. Sin embargo, cuando Quiroga resuelve irse a Misiones en 1925, Alfonsina no lo acompaña. Quiroga le pide que se vaya con él y ella, indecisa, consulta con su amigo el pintor Benito Quinquela Martín. Aquél, hombre ordenado y sedentario, le dice: «¿Con ese loco? ¡No!».


y el mar

Alfonsina

"Tres repoches que (G. Mstral) me hizo a boca de jarro. 1ºPorqué había nacido en Bs. As. ya que para ella, a partir de ciertas provincias del norte, Argentina no era su América. 2ºPorqué era tan afrancesada.3ºPorqué no había tenido amistad con Alfonsina Storni.
...Ni de mi nacimiento, ni de la educación recibida era yo responsable. Y en cuanto a Alfonsina la vi una sola vez, y no sabía nada de su vida.
Alfonsina era una escritora y yo una nada."
V. Ocampo

Alfonsina Storni Martignoni (* Sala Capriasca, Suiza; 29 de mayo de 1892 –† Mar del Plata, Argentina; 25 de octubre de 1938), poeta y escritora argentina del Posmodernismo.
La familia Storni -el padre de Alfonsina y varios hermanos mayores- llegó a la provincia de San Juan desde Lugano, Suiza, en 1880. Fundaron una pequeña empresa familiar, y años después, las botellas de cerveza etiquetadas «Cerveza Los Alpes, de Storni y Cía», circulan por toda la región. Hija de un industrial cervecero y cantón italiano del Tesino, Suiza. En 1891 la familia viajó a Suiza y en 1892, el 29 de mayo, nació, en Sala Capriasca, Alfonsina, la tercera hija del matrimonio Storni. Su padre eligió el nombre. Él era un hombre melancólico y raro. Más tarde le diría, Alfonsina, a su amigo Fermín Estrella Gutiérrez: «me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo». Alfonsina aprendió a hablar en italiano, y en 1896 vuelven a San Juan, de donde son sus primeros recuerdos.
En 1901, la familia se trasladó nuevamente, esta vez a la ciudad de Rosario. Cuando volvió a Rosario se encuentra con que su madre se ha casado y vive en Bustinza. La poeta decide estudiar la carrera de maestra rural en Coronda, y allí recibe su título profesional. Gana un lugar sobresaliente en la comunidad escolar, consigue un puesto de maestra y se vincula a dos revistas literarias, Mundo Rosarino y Monos y Monadas. Allí aparecen sus poemas durante todo ese año y, si bien no hay testimonio de ellos, se sabe de otros publicados al año siguiente en Mundo Argentino, y que tienen resonancias hispánicas.

En 1911 se traslada a Buenos Aires, al año siguiente nace su hijo Alejandro, sin padre conocido. Eso la define como mujer que se enfrenta radicalmente a la sociedad. La inquietud del rosal se publica, a pesar de las penurias económicas, en 1916. Se relaciona con José Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel Ugarte. Con estos dos últimos su amistad es más profunda. Su situación económica mejora. Hace frecuentes viajes a Montevideo, donde conoce a la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou y al que será su gran amigo, el escritor también uruguayo Horacio Quiroga.
Los meses que siguen fueron de incertidumbre y temor por la renuencia de la enfermedad: Alfonsina padece cáncer terminal. En octubre viaja a Mar del Plata. Desde allí, envía dos cartas: una a su hijo, Alejandro, y un "Poema de despedida" al diario La Nación:
Dientes de flores, cofia de rocío,

manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme puestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Pónme una lámpara a la cabecera, una constelación, la que te guste, todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes, te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases para que te olvides. Gracias... Ah, un encargo, si él llama nuevamente por teléfono

le dices que no insista, que he salido..."

Hacia la una de la madrugada del martes veinticinco Alfonsina abandonó su habitación y se dirigió al mar. Esa mañana, dos obreros descubrieron el cadáver en la playa. Aunque los biógrafos aseguran que saltó al agua desde una escollera, la leyenda es que se internó lentamente en el mar.

Enlace: http://www.cervantesvirtual.com/bib_autor/alfonsina/autora.shtml