"Yo creo que un relato es siempre parte o continuación de los demás que hemos hecho, vivido, soñado u oído como bellas mentiras, y por eso suelo superponer algún trazo coloquial o algún nombre afín de no romper la unidad invisible de todo lo narrado..."
Antibiografía. Armonía Somers es seudónimo literario de la maestra uruguaya Armonía Liropeya Etchepare Locino. Esa hija de anarquista y de católica no sólo armonizó en impar sincretismo los credos de sus padres, sino que además concilió dos vocaciones de apariencia encontrada.
La señorita Etchepare fue una pedagoga de renombre que ascendió en el escalafón escolar y frecuentó foros internacionales en Londres, París, Ginebra, mientras que el “contenido sexual” y la libertad literaria de la obra de Somers trastornaban la apacible medianía montevideana. Aunque no le haya deparado consecuencias burocráticas –siguió ejerciendo en paz sus cargos–, la divulgación de su verdadero nombre dañó un tanto el escudo de anonimato que tan bien convenía a su carácter, remiso al principio de identidad:
“No quisiera tener ni siquiera cuerpo ubicuo. Y menos aún biografía lineal. Creo que con el destino alcanza. La suma de biografía más destino es un abuso de los memorialistas. Generalmente se lo hacen a uno después de muerto”
Novelas
* La mujer desnuda. Montevideo 1950
* De miedo en miedo. Montevideo 1965
* Un retrato para Dickens. Montevideo 1969
* Sólo los elefantes encuentran mandrágora. Buenos Aires 1986
Cuentos y novelas cortas
* El derrumbamiento. Montevideo 1953
* La calle del viento Norte y otros cuentos. Montevideo 1963
* Todos los cuentos, 1953-1967. Montevideo 1967 (2 tomos)
* Muerte por alacrán. Buenos Aires 1978
* Tríptico darwiniano. Montevideo 1982
* Viaje al corazón del día. Montevideo 1986
* La rebelión de la flor. Montevideo 1988
* El hacedor de girasoles. Montevideo 1994.
La mujer desnuda. Montevideo 1950
Rebeca Linke es una especie de nombre ancla a partir del cual la novela va sumergiéndose en el complejo universo de una mujer fatal pero vulnerable, sublime pero mundana y, sobre todo, plagada de seudónimos: Judith, Semíramis, Magdala y casi todos los nombres sin reverso porque “las hembras no deben llevar nombres que volviéndoles una letra sean de varón”. Ella, siguiendo con el curso onomástico, recorre un itinerario universal que empieza en Eva y termina, un poco, en Ofelia. Apenas cumple los treinta años, obsesionada por la idea de la nada “que siempre es algo”, lleva a cabo una idea fantástica, irrealizable –cortarse su propia cabeza– que dará como resultado una consecuencia real, verosímil pero incluso aún más perturbadora: pasearse desnuda en un bosque sin nombre. Al verla, cada uno de sus habitantes –entre los cuales se encuentran un par de gemelos tan perversos como imbéciles y un sacerdote arrepentido de haber postergado su verdadera vocación–, irán enfrentándose con sus propios límites, con su propia cárcel.
Un resplandor llamado Armonía
Jules
ResponderEliminarY de verdad que en su concepción llevaba el nombre: hubo de armonizar algo tan disímbolo como la anarquía y catolicismo.
Abrazos armonizados
juli, qué curiosidad, leeré ahora mismo. un abrazo casi soleado. kbu.
ResponderEliminarArmonía es excelente. Desestabiliza desde la primera letra.
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