domingo, 28 de febrero de 2010

Saravah



Documentário Francês de 1969 "Saravah", de Pierre Barouh.


Hanna

“la existencia es una larga caminata hacia un enigma al que nos acercamos viviendo y soñando. Claro que cada vez que está cerca lo único que se ve es un nuevo límite de lo desconocido. ¡Pero eso es lo que me gusta de vivir! ¡Eso sí me excita!”, como dice la señora Schygulla...

viernes, 26 de febrero de 2010

Maria Bethânia & Hanna Schygulla : Emoções



Sin palabras.

Talento

Kseniya Simonova pintó en directo una animación de la invasión alemana en Ucrania durante la Segunda Guerra Mundial, usando sus dedos y una superficie con arena. A lo largo de 8 maravillosos minutos la “pintura” cambia con cada movimiento de sus manos: INCREIBLE.


jueves, 25 de febrero de 2010

A vida




Quem já passou por essa vida e não viveu,
pode ser mais mais vale menos do que eu,
porque a vida só se dá pra quem se deu,
pra quem amou pra quem chorou,
pra quem sofreu...


martes, 23 de febrero de 2010

Jeanette Winterson


Oranges are not the only fruit.

sábado, 20 de febrero de 2010

Hassan Massoudy: calígrafo

Viaja si ambicionas un valor seguro. Recorriendo los cielos, la media luna llega a transformarse en luna llena.

El Tiempo ne es más que flujo y reflujo. La vida, dulzura y amargura.

La mujer es un rayo de la luz divina.


Connais-toi toi-même.

Qui peut conter l'histoire des coeurs qui saignent ?

Galería

viernes, 19 de febrero de 2010

¿Crik? ¡Crac! (1996): Edwidge Danticat

Epílogo

“Escribir es como trenzarse el pelo. Tomar un montón de mechones desordenados y ásperos e intentar darles unidad. Algunas trenzas te quedan largas, otras cortas. Algunas son gruesas, otras finas. Algunas pesadas. Otras ligeras. Como las distintas mujeres de tu familia (...) Recuerdas una vez, trenzándote el pelo, pensaste que te parecías mucho a tu madre y a la madre de ella. Fueron sus susurros lo que te empujó, ese permanente murmullo sobre ollas siseantes que te llenaba la cabeza. Un millar de mujeres apremiándote a hablar, por la punta de tu lápiz... Te pedían la voz para decirle por ti a tu madre que sí, que las mujeres como tú hablan aunque lo hagan en una lengua difícil de entender. (...)

A veces sueñas que oyes sólo el latido de tu corazón, pero en la realidad nunca ha pasado. Nunca has podido escapar al estrépito de mil corazones que superan al tuyo en miles de años. Y cuando con los años nos has necesitado, a tu grito de ¿Cric? Hemos respondido ¡Crac! Porque probaba que no nos habías olvidado... Y no es otro el legado que recibiste de la forma en que esas mujeres vivieron, murieron y volvieron a vivir”.


jueves, 18 de febrero de 2010

Carson, Isak y Marilyn


"En la cena que siguió [de la Academia Norteamericana de Letras, el 28 de enero de 1959], Isak Dinesen estuvo sentada junto a una de sus más distinguidas admiradoras, Carson McCullers. Fue una especie de epifanía para ambas mujeres, pues Dinesen admiraba El corazón es un cazador solitario y lo había releído muchas veces, mientras que McCullers se había "enamorado de Isak Dinesen hacía veinte años, cuando leyó Lejos de África". A pesar de su extrema debilidad había venido a la cena esperando conseguir que le presentasen a su "heroína africana".

Sí, la 3º es Marilyn, pero ese es otro tema.


El corazón es un cazador solitario (1940): Carson Mc Cullers

Hermosa Hermosa Hermosa Novela.
Hermosa en el sentido de entrañable.
Hermosa y llena de sensibilidad.
Con sus personajes, tan de carne y hueso.
Solitarios, deseperados, esperanzados, frágiles y resistentes.
Singer, el Doctor Copeland, Portia, Antonoupulos, Jake Blount, Biff y Mick...

Mick Kelly y su música.

Carson la escribio a los 23 años...



"La radio estaba encendida como de costumbre. Durante un segundo, se quedó junto a la ventana y contempló a la gente del interior.(...) estaba completamente oculta y sola.(...)Un programa sucedía a otro, y todos eran malos. Pero no le importaba de manera especial. Fumó y cogió un puñado de hierba. Al cabo de un rato empezó a hablar un nuevo presentador. Mencionó a Beethoven. Había leído algo en la biblioteca sobre este músico: su nombre se escribía con doble e, y era alemán como Mozart. El presentador dijo que iban a tocar su Tercera Sinfonía. Mick escuchaba sólo a medias porque quería pasear un poco más y no le importaba mucho lo que tocaban. Entonces la música empezó. Mick levantó la cabeza y se llevó el puño a la garganta...



¿Qué había ocurrido? Durante un minuto la obertura se balanceó de un extremo a otro. Como un paseo o una marcha. Como Dios pavoneándose en la noche. Su exterior se heló de repente y sólo aquella parte de la música mantuvo su calor en el corazón. Ni siquiera pudo oir lo que sonaba después, sino que se quedó allí esperando y helada, con lo puños apretados. Al cabo de un rato la música volvió, con más fuerza y volumen. No tenía nada que ver con Dios. Era ella Mick Kelly, caminando durante el día y sola por la noche. Bajo el ardiente sol y en la oscuridad con todos sus proyectos y sentimientos. La música era ella..., ella de verdad."

















Carson fotografiada por H. Cartier-Bresson


lunes, 15 de febrero de 2010

Le salon de la rue des Moulins y Tiempos viejos

Mireille se va a la Argentina - Por Julio Cortázar

En el museo de Albi hay uno de los cuadros más hermosos de Toulouse Lautrec, Le salon de la rue des Moulins, pintado en 1894 en el prostíbulo donde el artista pasaba largas temporadas. El primer plano muestra a una de las pupilas sentadas en un sofá rojo y mirando más allá del cuadro, el perfil un poco perdido en la distracción o la espera del próximo cliente, una pierna tendida y la otra replegada. El pelo rubio rojizo, el cuello poderoso, la masa del cuerpo adivinable bajo un vestido que más parece un camisión transparente, las medias de un verde casi negro, toda ella responde a los cánones del tiempo. El perfil es agudo, cortante. Esa mujer se llamaba Mireille y fue una de las buenas amigas de Toulese Lautrec.

Tan buena amiga que acaso despertó celos en el pequeño mundo cerrado del quilombo, donde en algún momento las otras pupilas empezaron a inventar pretextos cada vez que Lautrec buscaba a Mireille. Por eso, y para encontrarse a solas con ella, Lautrec decide pagarle a la madama para que Mireille pueda salir durante un día entero. Así se lo cuenta a un amigo, y agrega: "Estuvo ayer conmigo. Mira, ese ramo de violeta me lo trajo ella".

Nada hay en todo esto que se parezca demasiado al amor, pero Lautrec defiende su amistad con Mireille, una confianza más honda en ella que en las otras pupilas. Hasta el día en que todo acaba a un amigo en una carta: "Mireille se va a la Argentina. Unos comerciantes de carnes la han convencido de que allá hará fortuna. Traté de disuadirla, pero ella cree firmemente en todas esas falsas promesas. De todas las que parten en esas condiciones, ninguna vuelve. Al cabo de dos años están reventadas."

Esto, desde otras variantes múltiples, es lo que entonces se dio en llamar "el camino de Buenos Aires, y Lautrec lo resume con un seco trazo de lápiz. Mireille, claro, tomó un barco, y no volvió jamás. No more violets for Mr. Lautrec.


Mireille en la Argentina- Por Julio Cortázar

Lo de "comerciante en carnes" da que pensar porque se presta a una doble interpretación, pero mis amigos franceses me dicen que jamás Lautrec hubiera usado esa expresión si hubiera querido referirse a cafishos en tren de reclutar materia prima para la vida galante de los porteños. Pienso que realmente eran ricachos que habían venido a venderles el baby beef a los franceses, que se constituyeron como correspondía en Pigalle y sus aledaños, y después de decidir que Mireille estaba para lo que dijo Cejas (aunque jamás se sabra lo que dijo, pero da igual) se la trabajaron dentro de los términos sucinta pero elocuentemente apuntados por Lautrec en la carta a su amigo. Como tantas otras muchachas iniciadas o por iniciar, Mireille subió esperanzadamente al paquebote que la llevaría a El dorado del Plata; su historia del lado francés termina ese día, pero acaso se continúa de nuestro lado, y yo, que creo en la verdad de toda buena invención, estoy convencido de que años más tarde Mireille entraría en nuestra historia, por obra de un tal Manuel Romero. Estoy hablando de Tiempos viejos, y también de Tiempos viejos, un tango de Romero y Canaro; estoy hablando de una mujer que los muchachos de antes conocieron como la rubia Mireya.

¿Te acordás hermano? ¡Qué tiempos aquellos!

Eran otros hombres más hombres los nuestros

No se conocían cocó ni morfina,

los muchachos de antes no usaban gomina.

¿Te acordás hermano, la rubia Mireya

que quité en lo de Hansen al loco Cepeda?

Casi me suicidio una noche por ella

y hoy es una pobre mendiga harapienta.

¿Te acordás, hermano, lo linda que era?

Se formaba rueda pa' verla bailar...

Cuando por la calle la veo tan vieja

doy vuelta la cara y me pongo a llorar...



domingo, 14 de febrero de 2010

Un Gotan para LAUTREC


Lautrec y nosotros - Por Julio Cortázar

No vino nunca a la Argentina. Los franceses de su tiempo viajaban poco, se había acostumbrado que la gente fuera a verlos; sin moverse de París podían encontrar todo lo que les diera la gana, y les daba poco. Más todavía un Lautrec con sus patitas mermadas, esa fiaca de gran señor que tan temprano lo llevó a vivir en los prostíbulos porque allí todo estaba al alcance de la mano, modelos, salones con espejos, camas propicias, fiestas, temas pictóricos, mujeres madres, mujeres hermanas, mujeres mujeres; él, que un día le dijo a un amigo que un cuerpo de mujer era algo demasiado hermoso para hacer el amor, como si las servidumbres de esos muslos y esas nalgas y esos tremendos senos que se usaban entonces le parecieran por debajo del esplendor esencial que tantas veces su lápiz y sus pinceles fijaron para siempre fuera del tiempo.


De manera que no vio nunca a la Argentina no fue a ninguna parte más allá de Inglaterra, le bastaba Montmartre para sentirse en el centro del mundo, en una ubicuidad de burdel cotizado o de Moulin Rouge hacia donde convergían los viajes nostálgicos, las bailarinas, los poetas, las estrellas de circo y los potentados de la Tierra. De nosotros conoció a los hijos de viejos o de nuevos ricos rioplatentes que desembarcaban en Francia para completar su educación sentimental y preparar ese regreso que les daría un diploma no escrito, pero más prestigiosos que el de las universidades. Casi no debía reparar en ellos, porque le tocó vivir antes sino para entrar vencedora en el ambiente, tirar manteca el techo y copar la parada con una armada arrolladora, el tango.

Lástima por él y por nosotros; pero los juegos del tiempo y el destiempo son infinitos, y hoy entrevemos otros lazos entre Lautrec y nosotros, entre su mundo y el de Buenos aires. Extrañamente, bellamente, el tango es puente entre los dos, un puente por el que pasan mujeres y poeta y trágicos destinos. Hay dos maneras de acercarse a Lautrec; la de los que miran su cuadros en los museos y la de los que silban viejos tangos sin pensar para nada en él. De la primavera se ocupan las gentes cultas; aquí nos gustaría a la otra, mitad imaginada y mitad de veras.



sábado, 13 de febrero de 2010

El Varón del tango: Julio Sosa - ARACA PARIS

Tango
1930
Música: Ramón Collazo
Letra: Carlos Lenzi

Pianté de Puente Alsina para Montmartre,
que todos me batían, pa m'engrupir:
"Tenés la pinta criolla p'acomodarte
con la franchuta vieja que va al dancing...
¿Qué hacés en Buenos Aires? ¡No seas otario!
Amurá esas milongas del Tabarís...
Con tres cortes de tango sos millonario...
¡Morocho y argentino! ¡Rey de París!"

¡Araca París!
¡Salute París!
Rajá de Montmartre,
piantate, infeliz.
Si vas a París
no vas a morfar:
no hay minas otarias
y hay que laburar.
Volvete p'al barrio
y tendrás milongas;
milongas diqueras
que saben amar.
¡Araca París!
¡Salute París!
Rajá de Montmartre;
piantate, infeliz.

Agarré tren de lujo, loco'e contento:
—bon soir, petite je t'aime, tu es mon cocó—
con una gorda tuerta con mucho vento
que no me dio ni medio y me amuró...
Tiré la bronca y, guapo, por darme corte,
un tortazo en la ñata se le incrustó:
comisaría, jueces y un pasaporte ...
y terminó mi historia de gigoló.

viernes, 12 de febrero de 2010

La gente buena del campo: Flannery O´Connor

“Mi novela, como todo lo que escribo no obedece a un plan, y debo escribir para descubrir lo que estoy haciendo. Como la vieja dama del cuento, no sé bien lo que pienso hasta que no lo tengo escrito delante de mis ojos”.

Nacida el 25 de marzo de 1925 en Savannah, Georgia, en la zona del Sur de los Estados Unidos, Flannery O Connor vivió casi toda su corta existencia en este entorno del Sur. La enfermedad degenerativa que se llevaría a su padre cuando la escritora tenía dieciséis años también acabaría con ella el 3 de agosto de 1964, cuando cumplió los 39 años de edad.



En sus relatos siempre hay un revolver cargado, y hasta el final desconocemos si está escondido en un cajón del dormitorio o agarrado al corazón desbordado del protagonista. Lo que tenemos que tener es la seguridad de que al final utiliza ese revólver.


La gente buena del campo:
http://www.letropolis.com.ar/2007/11/flannery.htm

Un Hombre bueno es difícil de encontrar:
http://www.escrituracreativa.com/escrituracreativa/word/unhombrebueno.pdf


Chamarrita de una bailanta: Alfredo Zitarrosa x Soledad Villamil



De una bailanta con acordeón
até la luna con el sol;
por una noche n0 fui peón,
hombre volví y en eso estoy.
..






jueves, 11 de febrero de 2010

La Llamada: Montevideo/Uruguay


"Suma de manos y pies anónimos
autores del fuego de la Llamada"



"Asoma tu mano insinuante
mientras la lonja tiembla
esperando..."


"Las llamadas" son sin duda el acontecimiento festivo de mayor arraigo popular del Uruguay.

Solo una noche de cada año, respondiendo a la mágica convocatoria del tambor, la negritud se concentra y desfila por los barrios Sur y Palermo de Montevideo, "adornada por el arte y el colorido que heredó de Africa, por los lazos invisibles a la historia".

Estimuladas por el cariño de la ciudad que las acompaña con emoción y desfilando en fragmentos que representan sus barrios o conventillos, "Las llamadas" del presente, son la prolongación de aquella forma que habían adoptado los negros en su pasado esclavo para reunirse.

En sus lapsos de recreación, era "llamando" a tambor batiente a sus hermanos de calvario, que lograban juntarse en familia para festejar.

Al pasar el tiempo, la generosidad del negro hizo que aquellas marchas sólo reservadas para ellos, se extendieran hermanando al blanco en su participación.

Eso permite esta aleación maravillosa que hoy se da, convocando y abrazando a las dos razas desde la piel de un tamboril.



miércoles, 10 de febrero de 2010

Dedicatoria

Por los mares azules de los atlas y por los grandes mares del mundo. Por el Támesis, por el Ródano y por el Arno. Por las raíces de un lenguaje de hierro. Por una pira sobre un promontorio del Báltico, helmun behongen. Por los noruegos que atraviesan el claro río , en alto los escudos. Por una nave de Noruega, que mis ojos no vieron. Por una vieja piedra del Althing. Por una curiosa isla de cisnes. Por un gato de Manhattan. Por Kim y por su lama escalando las rodillas de la montaña. Por el pecado de soberbia del samurai. Por el Paraíso en un muro. Por el acorde que no hemos oído, por los versos que no nos encontraron (su número es el número de la arena ), por el inexplorado universo. Por la memoria de Leonor Acevedo. Por Venecia de cristal y crepúsculo.

Por la que usted será; por la que acaso no entenderé.


Por todas estas cosas dispares, que son tal vez, como presentía Spinoza, meras figuraciones y facetas de una sola cosa infinita, le dedico a usted este libro, María Kodama.

J.L.B.

Buenos Aires, 23 de agosto de 1977.
De Historia de la noche

martes, 9 de febrero de 2010

Anch'il mar par che sommerga: Cecilia Bartoli




Brava Cecilia!!!

Dios mío...las italianas...


lunes, 8 de febrero de 2010

Haití: La maldición blanca - Eduardo Galeano

El primer día de este año, la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo. Nadie se enteró, o casi nadie. Pocos días después, el país del cumpleaños, Haití, pasó a ocupar algún espacio en los medios de comunicación; pero no por el aniversario de la libertad universal, sino porque se desató allí un baño de sangre que acabó volteando al presidente Préval.

Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Sin embargo, las enciclopedias más difundidas y casi todos los textos de educación atribuyen a Inglaterra ese histórico honor.

Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio que había sido campeón mundial del tráfico negrero; pero la abolición británica ocurrió en 1807, tres años después de la revolución haitiana, y resultó tan poco convincente que en 1832 Inglaterra tuvo que volver a prohibir la esclavitud.

Nada tiene de nuevo el ninguneo de Haití. Desde hace dos siglos, sufre desprecio y castigo. Thomas Jefferson, prócer de la libertad y propietario de esclavos, advertía que de Haití provenía el mal ejemplo; y decía que había que “confinar la peste en esa isla”. Su país lo escuchó. Los Estados Unidos demoraron sesenta años en otorgar reconocimiento diplomático a la más libre de las naciones.

Mientras tanto, en Brasil, se llamaba haitianismo al desorden y a la violencia. Los dueños de los brazos negros se salvaron del haitianismo hasta 1888. Ese año, el Brasil abolió la esclavitud. Fue el último país en el mundo.

Haití ha vuelto a ser un país invisible, hasta la próxima carnicería. Mientras estuvo en las pantallas y en las páginas, a principios de este año, los medios trasmitieron confusión y violencia y confirmaron que los haitianos han nacido para hacer bien el mal y para hacer mal el bien.

Desde la revolución para acá, Haití sólo ha sido capaz de ofrecer tragedias. Era una colonia próspera y feliz y ahora es la nación más pobre del hemisferio occidental. Las revoluciones, concluyeron algunos especialistas, conducen al abismo. Y algunos dijeron, y otros sugirieron, que la tendencia haitiana al fratricidio proviene de la salvaje herencia que viene del África.

El mandato de los ancestros. La maldición negra, que empuja al crimen y al caos. De la maldición blanca, no se habló.




La Revolución Francesa había eliminado la esclavitud, pero Napoleón la había resucitado: –¿Cuál ha sido el régimen más próspero para las colonias? El anterior. Pues, que se restablezca–. Y, para reimplantar la esclavitud en Haití, envió más de cincuenta naves llenas de soldados. Los negros alzados vencieron a Francia y conquistaron la independencia nacional y la liberación de los esclavos. En 1804, heredaron una tierra arrasada por las devastadoras plantaciones de caña de azúcar y un país quemado por la guerra feroz. Y heredaron “la deuda francesa”. Francia cobró cara la humillación infligida a Napoleón Bonaparte.

A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro. El nuevo país nació estrangulado por esa soga atada al pescuezo: una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días. Mucho más de un siglo llevó el pago de la deuda, que los intereses de usura iban multiplicando. En 1938 se cumplió, por fin, la redención final. Para entonces, ya Haití pertenecía a los bancos de los Estados Unidos.

A cambio de ese dineral, Francia reconoció oficialmente a la nueva nación. Ningún otro país la reconoció. Haití había nacido condenada a la soledad. Tampoco Simón Bolívar la reconoció, aunque le debía todo. Barcos, armas y soldados le había dado Haití en 1816, cuando Bolívar llegó a la isla, derrotado, y pidió amparo y ayuda. Todo le dio Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que hasta entonces no se le había ocurrido. Después, el prócer triunfó en su guerra de independencia y expresó su gratitud enviando a Port-au-Prince una espada de regalo. De reconocimiento, ni hablar. En realidad, las colonias españolas que habían pasado a ser países independientes seguían teniendo esclavos, aunque algunas tuvieran, además, leyes que lo prohibían. Bolívar dictó la suya en 1821, pero la realidad no se dio por enterada. Treinta años después, en 1851, Colombia abolió la esclavitud; y Venezuela en 1854.

En 1915, los marines desembarcaron en Haití. Se quedaron diecinueve años. Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York.

El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas. Y mataron mucho.

No fue fácil apagar los fuegos de la resistencia. El jefe guerrillero, Charlemagne Péralte, clavado en cruz contra una puerta, fue exhibido, para escarmiento, en la plaza pública. La misión civilizadora concluyó en 1934. Los ocupantes se retiraron dejando en su lugar una Guardia Nacional, fabricada por ellos, para exterminar cualquier posible asomo de democracia.

Lo mismo hicieron en Nicaragua y en la República Dominicana. Algún tiempo después, Duvalier fue el equivalente haitiano de Somoza y de Trujillo.

Y así, de dictadura en dictadura, de promesa en traición, se fueron sumando las desventuras y los años. Aristide, el cura rebelde, llegó a la presidencia en 1991. Duró pocos meses. El gobierno de los Estados Unidos ayudó a derribarlo, se lo llevó, lo sometió a tratamiento y una vez reciclado lo devolvió, en brazos de los marines, a la presidencia. Y otra vez ayudó a derribarlo, en este año 2004, y otra vez hubo matanza. Y otra vez volvieron los marines, que siempre regresan, como la gripe. Pero los expertos internacionales son mucho más devastadores que las tropas invasoras.

País sumiso a las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, Haití había obedecido sus instrucciones sin chistar. Le pagaron negándole el pan y la sal. Le congelaron los créditos, a pesar de que había desmantelado el Estado y había liquidado todos los aranceles y subsidios que protegían la producción nacional. Los campesinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o balseros. Muchos han ido y siguen yendo a parar a las profundidades del mar Caribe, pero esos náufragos no son cubanos y raras veces aparecen en los diarios. Ahora Haití importa todo su arroz desde los Estados Unidos, donde los expertos internacionales, que son gente bastante distraída, se han olvidado de prohibir los aranceles y subsidios que protegen la producción nacional.

En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso. Al otro lado, está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes. En ese infierno tan temido, todos son escultores. Los haitianos tienen la costumbre de recoger latas y fierros viejos y con antigua maestría, recortando y martillando, sus manos crean maravillas que se ofrecen en los mercados populares. Haití es un país arrojado al basural, por eterno castigo de su dignidad. Allí yace, como si fuera chatarra. Espera las manos de su gente.


El templo de la Palabra: Leonora Carrington


...Eché a correr a trompicones, ahogada de horror; una curiosidad malsana me hizo mirar por encima del hombro al llegar a la puerta de la casa, y vi que la mujer, en la balaustrada, alzaba una mano a modo de saludo. Y al agitarla, se le desprendieron los dedos y cayeron al suelo como estrellas fugaces.

"Conejos blancos" de Leonora Carrington

jueves, 4 de febrero de 2010

La "Perdida": Sempre Libera



Follie! follie delirio vano è questo!
Povera donna, sola
Abbandonata in questo
Popoloso deserto
Che appellano Parigi,
Che spero or più?
Che far degg'io!
Gioire,
Di voluttà nei vortici perire.

Sempre libera degg'io
Folleggiar di gioia in gioia,
Vo' che scorra il viver mio
Pei sentieri del piacer,
Nasca il giorno, o il giorno muoia,
Sempre lieta ne' ritrovi
A diletti sempre nuovi
Dee volare il mio pensier.


D. La Chapelle: Gallery

miércoles, 3 de febrero de 2010