Victoria Ocampo.
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Un pequeño blogcito, para llevarse en un bolsillo o en una mochila mientras se recorre y se da vueltas alrededor del globo, lleno de palabras y de mundos inventados.
Pero ¿qué máscara nos ponemos o qué máscara nos queda cuando estamos en soledad, cuando creemos que nadie nos observa, nos controla, nos escucha, nos exige, nos suplica, nos intima, nos ataca?.
Acaso el carácter sagrado de ese instante se deba a que el hombre está, entonces, frente a la Divinidad o, por lo menos, ante su propia e implacable conciencia.
El balcón
En el verano de un balcón, en Francia,Ritmos de la esclavitud
contra amarguras y penas.
Al compás de las cadenas
Ritmos negros del Perú.
De África llegó mi abuela
vestida con caracoles,
la trajeron lo´epañoles
en un barco carabela.
La marcaron con candela,
la carimba fue su cruz.
Y en América del Sur
al golpe de sus dolores
dieron los negros tambores
ritmos de la esclavitud
Por una moneda sola
la revendieron en Lima
y en la Hacienda “La Molina”
sirvió a la gente española.
Con otros negros de Angola
ganaron por sus faenas
zancudos para sus venas
para dormir duro suelo
y naíta´e consuelo
contra amarguras y penas...
En la plantación de caña
nació el triste socabón,
en el trapiche de ron
el negro cantó la zaña.
El machete y la guadaña
curtió sus manos morenas;
y los indios con sus quenas
y el negro con tamborete
cantaron su triste suerte
al compás de las cadenas.
Murieron los negros viejos
pero entre la caña seca
se escucha su zamacueca
y el panalivio muy lejos.
Y se escuchan los festejos
que cantó en su juventud.
De Cañete a Tombuctú,
de Chancay a Mozambique
llevan sus claros repiques
Saber que duermes tú, cierta, segura
- cauce fiel de abandono, línea pura -,
tan cerca de mis brazos maniatados.
Insomnio-Gerardo Diego