Walter Benjamin será quien dará a Baudelaire el nombre de flaneur. Este es el paseante, el observador, el hombre moderno que "se desplaza por la urbe en una insaciable y permanente búsqueda de lo otro". Un paseante que se pierde o se hunde dentro de la muchedumbre, pero sin llegar a confundirse con esta. "Baudelaire ama la soledad pero la quería en la multitud", dice Benjamin. Soledad del diferente. Aquel que es capaz de ver y comprender aquellas cosas que a los demás se les escapan. Benjamin, al plantear la necesidad de "aprender a perderse" en la propia ciudad, de cierta manera se estaba describiendo a él mismo como una especie de flaneur. Esta idea significa una ardua tarea, ya que debemos desnaturalizar ese paisaje que habitamos y recorremos cotidianamente: "Perderse en una ciudad como quien se pierde en el bosque, requiere aprendizaje. Los rótulos de las calles deben entonces hablar (...) y las callejuelas de los barrios céntricos reflejarle las horas del día (..)" . El flaneur será capaz de comprender estos significados que la ciudad va poniendo en su camino. Benjamin consideraba a la ciudad como un texto, y a su vez, pensaba al texto como una ciudad. Se preocupaba por encontrar una forma de "escribir la ciudad" que respetara la importancia otorgada a la experiencia y a las imágenes de las cuales se alimentaba la ciudad. En su forma de pensar la ciudad como texto, no podía expresar las sensaciones que ella generaba en los términos tradicionales usados por las ciencias sociales, sino que recurrió a un manejo del texto que refleja las imágenes e impresiones que generó la ciudad en su mente. La ciudad como texto debe ser descifrada, esconde interpretaciones diversas que no cualquiera es capaz de interpretar. Esa era la pretensión de Benjamin al estudiar, al describir, y al leer los pasajes de París, por lo que decide usar códigos distintos y para ello analizará la literatura, los textos oficiales y las descripciones de las guías turísticas. Benjamin no partirá de un objeto construido metodologicamente, sino que su estudio se centrará en algo banal: los pasajes. El pasaje, una forma arquitectónica-urbana que tuvo su esplendor hacia fines del siglo XVIII y mitades del XIX, "permite entender realidades complejas, particularmente la presentación y representación de la mercancía, y no sólo la producción de las mismas". Hiernaux-Nicolás manifiesta: "Es entonces por medio del estudio de la forma-pasaje, de sus contenidos elementales, que Benjamin pudo construir un modo de comprensión integral de la mercancía en su presentación. La luz transformada por la presencia del vidrio, la presencia de la iluminación a gas, pero también las demás actividades que acompañaban a la venta de productos de la primera fase de la industrialización, se tornaron los objetos de su inquisición desprejuiciada". El estudio de lo cotidiano nos lleva a utilizar constantemente nuestros sentidos más elementales, nos obliga no solo a poner en marcha el intelecto, sino también a agudizar nuestros cinco sentidos. Gilloch declara: "Benjamin trata de revelar y de dar vos a la experiencia y al carácter de las formas sociales modernas, a través del rescate, del examen y del acto de descifrar las minucias y los desechos de la existencia urbana".
Walter Benjamin y París: Individualidad y Trabajo Intelectual RENATO ORTÍZ Del libro Modernidad y Espacio. Benjamin en París, Renato Ortíz (Norma, Buenos Aires 2000)
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