De "La vuelta a Julio Cortázar en 80 preguntas", entrevista por Hugo Guerrero Marthineitz, 1973 |
...muchas veces, después de ocho o diez años de estar viviendo en Europa he tratado de imaginar un doble mío en Buenos Aires y me he preguntado: ¿qué hubiera hecho yo en estos diez años que he pasado en París si me hubiera quedado allí? Y tengo que decir que siempre sacaba una sensación, un sentimiento negativo. La impresión de que si yo me hubiera anquilosado, me hubiera enfermado, hubiera aceptado los parámetros de la época en Argentina...
Sí, yo volvería a la Argentina, pero nunca utilizaré palabras definitivas, porque si por volver querés decir volver para quedarse, es necesario aclarar este aspecto. Yo estoy deseando volver a la Argentina y ojalá pueda hacerlo a comienzos del año que viene. Pero yo sé que no voy a quedarme en la Argentina; mi ideal sería poder volver al sistema que tuve durante tantos años, es decir, ir y volver cuando se me daba la gana. Cosa que se acabó con la llegada de los militares y con la creación de los Escuadrones de la Muerte.
De "El territorio de la novela", entrevista por Omar Prego Gadea; La fascinación de las palabras |
Tal vez para un escritor la única manera de combatir ciertas nostalgias es escribiendo y, naturalmente, la nostalgia se abre paso en el tema del cuento y en todo el cuento, pero en estos de Deshoras yo creo que hay algo más que nostalgias. Hay denuncia, hay protesta y hay combate por lo que sucede en la Argentina, es decir, un clima de opresión, un clima de miedo, de desapariciones y de asesinatos, todo eso se refleja con bastante claridad, por lo menos, en uno de los cuentos.
De "La esfera de los cuentos", entrevista por José Julio Perlado |
Supe que no llegaría a la verdad inventada si aceptaba la peluca, si me convencía de que país nuevo era vida nueva y que el amor se cambia como una camisa. Los últimos tiempos de Buenos Aires habían sido una buena zona de turbulencia, algo como una lustración a puñetazos; en la soledad de los primeros tiempos de París volví sin buscarlo ni rechazarlo a una escritura cargada de pasado, de temas vividos o imaginados en esa otra soledad provinciana de tantos años de empleos perdidos en lo más amargo de la pampa. Y volvía a escribir como antes, desdobladdo y obediente ante esas rémoras de la nostalgia que eran mi antipeluca, a la vez que ávidamente entraba en la verdad inventada, inventada por mí cada día simplemente porque había decidido hundirme en ella y hacerla mía, sin pena ni olvido como me lo cantaba una voz tan querida a cada rato, en cada café del recuerdo.
¿Un antes, un después? Sí, en los calendarios, pero no en esa misma lapicera que seguía escribiendo desde la misma mano.
De: Julio Cortázar; Salvo el crepúsculo, Buenos Aires, Alfaguara, 1996, pág. 244
No hay comentarios:
Publicar un comentario