sábado, 8 de agosto de 2009

Sobre la lectura: "La Cura"

A los 14 años no me gustaba leer. En cambio, miraba televisión casi todo el día...Había dejado el colegio, me veía feísima y eludía toda invitación con una frase que repetía como una mantra y con la que pretendia disimular mi angustia: "la verdad es que me da lo mismo". Se me diagnosticó depresión. Mi madre, amén de obligarme a dar libre el tercer año del secundario, pretendió ofrecerme una salida cultural. Cada tarde me llevaba a la librería Santa Fe...Pero una vez en que mi madre sí me compró un libro. En la tapa una joven de largo vestido romántico y pelo hasta la cintura, posaba frente a un pupitre; se llamaba Claudina en la escuela y era de Colette.
Comenzaba así "Me llamo Claudine y vivo en Montigny; aquí nací en 1884; probablemente no muera en este mismo lugar". La frase era insolente, directa y prometía. ¡Y cuánto! Las compañeras de Claudina se daban pellizcos, mascaban el lacre de las cartas y se hacían salvajadas inimaginables en un pueblo descrito como poco avispado. Pero eso no era todo. La directora de la escuela de Montigny era amante de su asistente y algunas alumnas como la perveras Agnés y la débil Luce, formaban parte de ese Lesbos adonde también había un voyeur, el Dr. Durertre, que manoseaba a las niñas y se acostaba con las maestras. Encima Claudina no tenía madre. La mía, en cambio, alarmada por mi expresión viciosa, la tele apagada y el libro abierto, me lo quitó...
El psiquiatra había recomendado terapia laboral, así que empecé ayudar con los deberes a un par de chicos del barrio. El primer cobro bastó para volver a la librería Santa Fe. El librero me dijo que no era un libro para chicas, pero me guiñó un ojo mientras me lo envolvía. No preguntó que había pasado con el otro. Colette me había curado al prescribirme para siempre el deseo de felicidad, la soberanía solitaria y el cultivo de todos los usos posibles.

Rev. Ñ. nº25.

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