Lakutai le kipa, última sobreviviente de la etnia yagana que habitó las rocas más próximas a la
Antártica, jamás imaginó que sus palabras postreras habrían de recorrer mares y continentes para llegar finalmente a los oídos del mismísimo Obispo de Canterbury. Desde la sala común del
Hospital Bronco-Pulmonar de Punta Arenas, Lakutaia habló con la sinceridad de los muertos y sus nostalgias fueron recogidas por Patricia Stambuk en el hermoso libro Rosa Yagán, el último eslabón, cuya versión inglesa de la editorial Harper & Row apareció bajo el título Lakutaia Le Kipa, The Last of The Yamana.
Más por azar que por diligencia, uno de los primeros ejemplares de la edición británica del libro
cayó en manos de Juvenalis Barrington, espía inglés de ojos risueños y tos mañanera, quien desde la guerra de las Malvinas aparentaba ejercer funciones de chupatintas en el Consulado de Inglaterra en Punta Arenas.
Míster Barrington gastaba las mañanas de su pálida existencia escuchando radios argentinas, tratando
de interpretar los mensajes ocultos que pudieran deslizarse en las letras de los tangos o en las canciones de los Tucu Tucu y, como buen espía, dedicaba sus noches a enamorar en las casas de remolienda, mestizas de miradas lascivas y escotes desbordantes...
Antártica, jamás imaginó que sus palabras postreras habrían de recorrer mares y continentes para llegar finalmente a los oídos del mismísimo Obispo de Canterbury. Desde la sala común del
Hospital Bronco-Pulmonar de Punta Arenas, Lakutaia habló con la sinceridad de los muertos y sus nostalgias fueron recogidas por Patricia Stambuk en el hermoso libro Rosa Yagán, el último eslabón, cuya versión inglesa de la editorial Harper & Row apareció bajo el título Lakutaia Le Kipa, The Last of The Yamana.
Más por azar que por diligencia, uno de los primeros ejemplares de la edición británica del libro
cayó en manos de Juvenalis Barrington, espía inglés de ojos risueños y tos mañanera, quien desde la guerra de las Malvinas aparentaba ejercer funciones de chupatintas en el Consulado de Inglaterra en Punta Arenas.
Míster Barrington gastaba las mañanas de su pálida existencia escuchando radios argentinas, tratando
de interpretar los mensajes ocultos que pudieran deslizarse en las letras de los tangos o en las canciones de los Tucu Tucu y, como buen espía, dedicaba sus noches a enamorar en las casas de remolienda, mestizas de miradas lascivas y escotes desbordantes...
Alejandro Ferrer: Selección de "Cuentos de la Patagonia".
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