lunes, 21 de septiembre de 2009

Olga y Alejandra y Silvina

Tiempo
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A Olga Orozco
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Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.
Mi infancia y su perfume
a pájaro acariciado.

Alejandra Pizarnik

Olga Orozco (Olga Nilda Gugliotta Orozco, Toay, La Pampa, 17 de marzo de 1920- 15 de agosto de 1999) fue una poeta argentina.Pasó sus primeros años entre Toay (La Pampa), patria chica de su madre, y Buenos Aires. En 1928, la familia se mudó a Bahía Blanca y ocho años más tarde a Buenos Aires. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde se recibió de maestra. Muy joven fue una de las integrantes del grupo literario surrealista Tercera Vanguardia, al cual pertenecía asimismo Oliverio Girondo.La influencia de los relatos en boca de su abuela María Laureana la llevarán a desarrollar una poética en donde la infancia es una puerta iniciática. Su vínculo con el tarot la lleva a escribir poemas como "Cartomancia" o "Para destruir a la enemiga". Olga ritualiza cada gesto vinculado con el acto de escribir. Apor ejemplo, solía repetir en entrevistas que acostumbraba escribir con una piedra en cada mano. Una traída de donde nació su padre, otra de la tierra de su madre y una tercera que le había obsequiado un amigo de la infancia cuando se muda de Toay a Bahía Blanca. Olga Orozco se caracteriza por una inteligencia sutil que le permite una extraordinaria capacidad para recurrir a los tropos —una característica suya es el uso frecuente y logrado que hace del oxímoron—; también sabe hacer uso de versículos en los que desarrolla una especial y visionaria imaginación pródiga en expresiones, siendo sus temas frecuentes la evocación de la niñez (que asimila con la época del paraíso perdido), la adolescencia (época de la develación) o, en última instancia, el recurso de la memoria en donde el tiempo parece a resguardo y recuperable ante la muerte.

Poemas

Casa Museo Olga Orozco

(...) mi casa, la única sobreviviente familiar que me queda. Cuando me fui de Toay, la encontré en cada casa donde viví. (...) Dije “cuando me fui de Toay” ¿Me fui del todo alguna vez?. Toay es una puerta que se quedó abierta para siempre en mi memoria y por la que podía entrar a mi antojo para encontrar la fiesta o el sosiego.
Olga Orozco en Libro de Oro del Centenario.


Un Poema que siempre creí de Olga y sin embargo resultó ser de Juan Gelman...

Y construí tu rostro.
Con adivinaciones del amor, construía tu rostro
en los lejanos patios de la infancia.
Albañil con vergüenza,
yo me oculté del mundo para tallar tu imagen,
para darte la voz,
para poner dulzura en tu saliva.
Cuántas veces temblé
apenas si cubierto por la luz del verano
mientras te describía por mi sangre.
Pura mía,
estás hecha de cuántas estaciones
y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos.
Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos.
Qué infinito de besos contra la soledad
hunde tus pasos en el polvo.
Yo te oficié, te recité por los caminos,
escribí todos tus nombres al fondo de mi sombra,
te hice un sitio en mi lecho,
te amé, estela invisible, noche a noche.
Así fue que cantaron los silencios.
Años y años trabajé para hacerte
antes de oír un solo sonido de tu alma.




Alejandra Pizarnik (Buenos Aires, 29 de abril de 1936 - 25 de septiembre de 1972) fue una poetisa argentina.

Fue la segunda hija de un matrimonio de emigrantes judíos centroeuropeos. Estudió bachillerato en Avellaneda, una ciudad del Gran Buenos Aires. En 1954 ingresó a la Facultad de Filosofía, luego se cambió a Letras, e hizo una breve incursión en la de Periodismo. No finalizó ninguna de ellas y en una tentativa por encontrar su verdadera vocación, asistió al taller de pintura de Juan Batlle Planas. Entre 1960 y 1964 vivió en París, donde maduró como poeta y escribió el poemario "Árbol de Diana" (con prólogo de Octavio Paz). Asimismo estableció amistad con André Pieyre de Mandiargues, Octavio Paz, Julio Cortázar y Rosa Chacel. Estando en París trabajó un año para la revista Cuadernos para la liberación de la cultura como correctora de pruebas y colaboró con numerosas revistas de poesía y literatura americanas y europeas, como también con traducciones, entre otras, de Ives Bonnefoy y de Marguerite Duras. Cuando regresó a Buenos Aires, publicó sus libros más importantes, "Los trabajos y las noches","Extracción de la piedra de la locura" y "El infierno musical". En 1968 obtuvo la beca Guggenheim y viajó brevemente a Nueva York y París. Por causa de sus continuas depresiones y tentativas de suicidio (en 1970 y 1972), pasó semirrecluída sus últimos años. A mediados de 1972 estuvo internada cinco meses en el hospital siquiatrico Pirovano (Buenos Aires) y en un permiso para pasar el fin de semana en su casa, se quitó la vida con una sobredosis de seconal sódico. Tenía treinta y seis años de edad.

Publicó siete libros de poemas:

* La tierra más ajena (1955)
* La última inocencia (1956)
* Las aventuras perdidas (1958)
* Árbol de Diana (1962)
* Los trabajos y las noches (1965)
* Extracción de la piedra de locura (1968)
* El infierno musical (1971)

y un libro en prosa poética:

* La Condesa Sangrienta (1966 y 1971)


Este deslumbrante epistolario reconstruye la red intensa y compleja de Pizarnik en sus relaciones personales: la pasión convive aquí con el humor, la sutileza con el sarcasmo, la astucia con la intimidad. En estas cartas reaparec e el tono inimitable de su conversación, el resplandor de su poesía, la orig inalidad de sus ensayos críticos, sus incursiones en el territorio de lo obseno. También recuperamos en ellas la amplitud de los sesenta, una época rica en contactos literarios y en la que Pizarnik sobresale por su extraordinaria apertura crítica a las corrientes de su tiempo. La curiosa convivencia entre el mundo poético subterráneo y el mundo diurno conciente de Alejandra expresan una complejidad poco explorada, que desafían muchas veces el análisis.
Cosmopolita y sola, misteriosa y erudita, la escritura epistolar de Pizarnik ilumina desde un ángulo insólito no solo la poesía de Buenos Aires sino la gran literatura mundial de su generación .

La intriga que puso los papeles privados de Pizarnik a salvo de la dictadura y de manos rápidas, contada por primera vez por una de sus protagonistas, amiga y editora de sus obras completas

ANA BECCIU


...........A los pocos días de la muerte de Alejandra Pizarnik, su madre, Rosa Bromiker, nos pidió a Olga Orozco y a mí que nos ocupáramos de reunir los papeles y textos que Alejandra había dejado en su departamento de la calle Montevideo. Trabajamos allí durante varios meses, escoltadas por la poeta Elvira Orphée, que comprendió enseguida la importancia de preservar aquellos documentos. Suya fue la idea de depositarlos en el estudio de un abogado. Y también, la idea de sacarlos de aquel estudio —y llevarlos a casa de Olga— cuando tuvo el pálpito de que allí no estaban seguros.

..........Durante varios meses, Olga y yo acudimos diariamente a la calle Montevideo para ordenar carpetas y cuadernos, y para mecanografiar manuscritos, papeles y papelitos que estaban muy bien ordenados en los anaqueles de la parte inferior de la biblioteca, metidos en cajoncitos y ficheros: todo perfectamente etiquetado y dispuesto. Alejandra era ordenadísima con su obra y su correspondencia. Para finales de 1972 habíamos conseguido armar un libro con el material inédito, y se lo entregamos a Sudamericana. Su dueño, López Llausás, nos había prometido que editaría toda la obra de Alejandra. Pero pasaron cuatro años y no lo hizo.
...........Llegó 1976, estalló el golpe militar. Y nosotras nos preguntamos qué hacer con todos aquellos cuadernos. Olga escribío a Julio Cortázar a París, y él nos aconsejó que los sacáramos del país y se los lleváramos para que él pudiera depositarlos en una institución segura. Yo salí de Argentina en mayo de 1976, pero no pude llevármelos conmigo. Eran demasiado voluminosos y pesados para transportarlos por avión y en las condiciones precarias de mi viaje. Olga mantuvo los documentos en su casa hasta que en 1977, Martha Moia, que había estado muy unida a Alejandra en los últimos años, los sacó en barco y en dos enormes sacos. Olga había entregado a Martha Moia la totalidad de los papeles, es decir, todos los manuscritos y los diarios. Sin embargo, cuando nos encontramos en Barcelona —yo acudí a la cita acompañada de la poeta Ana María Moix a la que entonces ya me unía una gran amistad que hoy perdura— Martha me entregó sólo uno de los sacos, pues el otro se lo "iba a quedar ella". Así fue hasta que, en 1984, accedió a entregarle aquellos cuadernos a Cortázar en París.Por desgracia Julio murió aquel mismo año y quien finalmente recibió los papeles fue su ex mujer, Aurora Bernárdez. Y en su poder permanecieron hasta 1999, cuando de común acuerdo con Myriam Pizarnik, hermana de Alejandra, los depositó en la biblioteca de la universidad de Princeton, en EE.UU., inaugurando así el Archivo Alejandra Pizarnik.








1967. Conoce a Silvina Ocampo, con quien mantiene una amistad que durará hasta su muerte."El humor, la poesía, el sentido de lo tenebroso y absurdo que se esconde bajo las apariencias más inocentes, la devoción a la literatura y a la vida fantástica, fueron los cauces que hicieron inevitable la relación de Alejandra Pizarnik y Silvina Ocampo (…) De todas las cartas del epistolario, éstas son las únicas donde la amistad rápidamente asciende a pasión y se enciende en ella (…) Las desgarradoras cartas finales marcan quizá la iniciación de un silencio o una despedida", señala Ivonne Bordelois en el libro "Correspondecia Pizarnik".El 18 de enero su padre, Elías, muere de un infarto mientras se afeitaba en el departamento que la familia tenía en Miramar. Alejandra Pizarnik estaba en Buenos Aires y sólo le avisó a su íntima amiga Olga Orozco, quien la acompañó al sepelio.

A Alejandra.” Con esa dedicatoria se inicia el cuaderno que da nombre a Ejércitos…ese cuaderno fue un regalo de Alejandra Pizarnik, muy probablemente comprado al regresar de un viaje a Europa, en la escala neoyorquina, en 1969, y con su etiqueta de dedicatoria realizada con la máquina de escribir portátil que Pizarnik también trajo del viaje.Silvina llenó las 40 páginas del cuadernito, lo dedicó a su vez a Pizarnik, lo dejó en un cajón. Y sin embargo es, de los cuatro apartados que componen el libro (los otros son “Inscripciones en la arena”, “Epigramas” y “Analectas”), el único que no se gestó como borrador, proyecto, escritura o reescritura. Es el único en el que la destinataria, explícita y única aunque no lo recibiera jamás (¿o sí?), forma parte del texto. Ejércitos… es un monólogo que es un diálogo: una madre en ocasiones, una amiga otra veces, una escritora que muestra parte de su proceso de trabajo y cuenta argumentos posibles, una lectora que afirma opiniones sobre literatura y una mujer que comparte parte de sus sueños y anécdotas.

“Cualquier cosa que no existe y tiene un nombre termina por existir; en cambio cualquier cosa que existe y no tiene un nombre termina por no existir”.

Silvina Ocampo

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