miércoles, 19 de agosto de 2009

GRAN SERTÓN: VEREDAS (1956)


"Y, digámoslo sin mayor preámbulo: Gran Sertón: Veredas lleva la narrativa del sertón a su punto más alto y su clausura. Como sucede con el Martín Fierro en el marco de la gauchesca, la novela de Guimaraes Rosa absorbe toda la tradición y construye el artefacto culminante, la última expresión del género."

Riobaldo, un viejo bandido del Brasil árido, relata su vida y las vidas que conoció en el sertón, en un extenso monólogo ante un oyente mudo cuya presencia, sin embargo, gravita con la fuerza de un segundo narrador. Riobaldo tiene un secreto: ha pactado con el Diablo y ahora es invencible. Se aboca así a cumplir con el propósito de vencer a Hermógenes, la representación del mal, y cuyo contrario es Diadorim, la figura del bien en Riobaldo. Así, en el fragor de esa simple y complejísima trama, se va desplegando paulatinamente una novela que se afirma y se contradice a sí misma, y en donde se narra, ante todo y sobre todo, una forma. Con recursos heredados de Joyce (hoy todavía se dice que Gran Sertón: Veredas es el Ulises latinoamericano), como el ahora clásico pero entonces vanguardista fluir de la conciencia, la novela de Guimaraes Rosa se construye como un edificio de una arquitectura trabajadísima, en donde la trama y la forma ya no pueden pensarse como pares binarios porque se absorben mutuamente, se superponen hasta el punto de disolverse.

El autor juega con el lenguaje y lo estira hasta puntos en donde la palabra”experimentación” deja de funcionar. Porque es algo más que tomar el lenguaje y experimentar con él. Es quizá, por qué no, la invención de una lengua, destilada con el paso de los años, decantación de tradiciones orales y escritas, europeas y americanas.
  • Sólo la lectura podrá desentrañar esas complejidades. Incluso podríamos afirmar que este libro fue escrito para ser recitado, leído en voz alta. La narrativa de Gran Sertón: Veredas es subsidiaria y remite en cada movimiento al ritmo hablado, en las subidas y bajadas de ese largo discurrir de Riobaldo.
  • Con respecto al título, Las “Veredas” son las corrientes de agua que bordean los valles. Una traducción totalmente castellanizada del libro podría titularse, entonces, “Gran Desierto: Arroyos”.
La publicación en 1956 de GRAN SERTÓN: VEREDAS supuso no sólo una auténtica revolución en la literatura brasileña, sino un hito en las letras del siglo xx. Elaborando una personalísima mezcla lingüística entre el dialecto de Minas Gerais y el portugués culto y sirviéndose del monólogo de su protagonista, Riobaldo -un jagunzo, mezcla de bandolero y soldado, que desarrolla sus actividades por el interior del sertón al servicio de los grandes potentados de la región-.

La aridez sertaneja, enfatizada sobre todo en el lenguaje visceralmente regionalista, contrasta con la dimensión universal de la narrativa de Riobaldo. Hombre y mundo, realidad y devaneio, mundano y divino, son aspectos de un mismo conflicto, exhaustivamente contemplado por la literatura universal (casos paradigmáticos son la Ilíada de Homero, la Divina Comedia de Dante, el Quijote de Cervantes y el Fausto de Goethe) y que en la obra de Guimarães Rosa figura bajo la paradoja sertão-grande sertão. “E estou contando não é uma vida de sertanejo, seja se for jagunço, mas a matéria vertente”.


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